
Durante la Primera Jornada de Burros, que se realizó en la Finca y la Estancia El Pichanal, los especialistas destacaron que «existen evidencias fósiles y registros escritos del uso cosmético y biomédico de la leche de burra desde hace por lo menos 3000 años y más recientemente documentadas en tratados antiguos de medicina como el Corpus Hippocraticum de Hipócrates (2480 AP); Naturalis Historia de Cayo Plinio II (2000 AP); Valuable Prescriptions for Emergencies de Sun Simiao (dinastía Tang 1800 AP); Compendium of Materia Medica de Li Shizhen (dinastía Ming, 1000 AP)»
La leche es muy valiosa para tratamiento de la artritis, tos, heridas quirúrgicas, úlceras y disenterías. Además, se aconseja su uso para el tratamiento de la tos, hemoptisis, úlceras, heridas, ascitis, fiebre, fatiga y asma.
Existen registros gráficos de una práctica muy extendida en Francia en el siglo XIX que consistía en tener áreas de cría de burras adyacentes a los hospitales. En especial, los que contaban con áreas para huérfanos. Las enfermeras hacían mamar a los bebes directamente de las burras. Esto permite suponer que elegían burras porque presumían (o sabían) que su leche era la más parecida a la humana (algo actualmente demostrado) y que además ejercía efectos benéficos clínicamente comprobables.
El profesor Luis Losino precisó que estas prácticas de ordeñe manual de animales ambulatorios cuya leche se vende en la calle, a demanda, en especial para niños con problemas respiratorios o ancianos,
es posible observarlas actualmente en muchos países, en especial de la cuenca del Mediterráneo y en el NOA de Argentina como una práctica cultural ancestral basada en fuertes evidencias empíricas de sus efectos benéficos.
Desde las Jornadas propusieron que la base para los sistemas de producción de leche, de cualquier escala, los sistemas pastoriles o como máximo semipastoriles (es decir donde los animales puedan pastorear todo el día o con ciertas restricciones horarias) y no promovemos los sistemas de confinamiento extremo que están en contraposición con las normas más elementales de bienestar animal.
Los burros son herbívoros gregarios migratorios, es decir, no es muy difícil poder inferir que necesitan para su homeostasis y fitness: elegir y comer pasto, en lo posible de mediana a baja calidad y lignificado; caminar mucho e interactuar con individuos de su especie. Creo que como científicos, técnicos, docentes de producción animal debemos tratar de promover la mejor vida posible para los animales que nos sirven y de los que sacamos provecho económico